El ébola de los olivos

El ébola de los olivos

La bacteria asesina que, a bordo del insecto chicharilla, tiene heridos de muerte millones de árboles al sur de Italia, la zona cero de la epidemia

Se llama xylella fastidiosa, ha asolado olivos centenarios en un territorio igual 250.000 campos de fútbol y ya ha saltado a Córcega y la Costa Azul

No se sabe exactamente cuál fue el primer olivo que se secó sin saber por qué en la zona de Galipoli, en Italia, tacón de la bota del mapa, con calas de agua transparente y turismo por explotar. Tampoco cuántos miles exactamente sin que se supiera qué les mataba. Hasta que al profesor Giovanni Martelli, 81 años, catedrático emérito de la Universidad de Bari, se le encendió una lucecita, allá por 2013: recordó aquella publicación en la que se hablaba de una infección de la bacteria xylella fastidiosa en unos cuantos olivos de California. Se confirmó que esa bacteria era la asesina de los preciosos olivos centenarios de la provincia de Lecce.

Eran malas noticias. Las peores: se enfrentaban a una de las bacterias más peligrosas para plantas y árboles del mundo, que nunca había hecho de las suyas en Europa. Lecce, con doce millones de estos árboles, casi tres millones centenarios, ha quedado catalogada como zona infectada por lo que ya llaman el ébola de los olivos. A día de hoy, en sus 250.000 hectáreas, el equivalente a otros tantos estadios de fútbol, han tirado la toalla con la xylella.

El diagnóstico suponía que la lucha contra la epidemia iba a ser muy complicada y, además, sin esperanza para los árboles enfermos en las hectáreas arrasadas en la zona. No hay cura. El pavor es que se extendiera mucho. Ya ha saltado a Córcega, donde se ha hecho fuerte en plantas ornamentales, y hay doce focos en la Costa Azul, aunque no en olivos, para alivio de los españoles. Pero España está en alerta.

La bacteria, que afecta a muchos otros cultivos, está encantada con el olivo de anfitrión, pero tiene a 40 especies donde elegir, desde el cerezo al almendro, pero también cítricos y vides. De hecho, en Lecce ya se ha encontrado a la xylella en cerezos, acacias y adelfas. En la autovía A-92, en Andalucía, hay decenas de kilómetros de olivares atravesados por la carretera, con la mediana cuajada de adelfas.

La bacteria está viajando por el sur de Italia a bordo de un insecto, la chicharrilla espumadora, nombre español o, en América, escupitajo de los pastos, al que es muy difícil controlar.

En España, los que más saben de él son los científicos del grupo en el que están Amparo Laviña y Jordi Sabaté, en el Instituto de Investigación Agroalimentaria de Cataluña. Según estos investigadores, los insectos que transmiten la bacteria pican en muchos tipos de plantas, lo que hace muy complejo cualquier plan para erradicarlo. Una posibilidad para que deje de atacar al olivo es que tenga un plato que le guste más, como las hierbas y matojos, pero se antoja complicado en un verano mediterráneo, como ocurrió en Italia, cuando el paisaje es un secarral.

«Cuando se fumigue, ya han podido picar a la planta y, aunque mueran, ya no sirve», explica Jordi Sabaté. «Están investigando la manera de reproducir el sonido de los machos porque entonces no entran en un cultivo, pero se necesitan unas grabaciones muy precisas y unos altavoces en mitad del campo. No es fácil», explica el investigador, primera línea del frente insectos si llegara la xylella. También poner mallas para separar cultivos, pero son soluciones sin resultados contundentes.

Galipoli es verano, sol y playa pero en octubre de 2014 llegaron otro tipo de turistas, los asistentes al primer encuentro internacional sobre el brote de xylella en Europa. La bacteria es inocua para el hombre y los investigadores del continente asisten fascinados y asustados a los avances de esta nueva especie invasora, que también puede atacar a los cítricos o a las vides. En aquel congreso se debatiría sobre las medidas de control, qué hacer con los olivos infectados, qué cordón de seguridad poner. Cómo frenar una bacteria que expanden la familia de los cercopoideos y los cicádidos, insectos a los que tienen estudiados Jordi y Amparo, que han hecho mucho muestreo por el noreste ibérico sin encontrar rastro de la xylella. «No creo que llegue a España», dice la investigadora, pero, concede, hay que ponerse en ese escenario.

En una primera convocatoria, los investigadores preocupados con la plaga no consiguieron financiación del Horizonte 2020 de la Comisión Europea, pero bastó ver lo que iba haciendo la bacteria para que las autoridades comunitarias reconsideraran su decisión y rebañaran casi siete millones de euros. La zona cero de la epidemia se ha convertido en un gigantesco laboratorio al aire libre, según cuenta Blanca Landa, investigadora del Instituto de Agricultura Sostenible de Córdoba, que depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

«Se me pone todavía la piel de gallina cuando recuerdo esos olivares. Allí, además, son fincas pequeñas que han pasado de generación en generación, con olivos centenarios. Parecía una guerra. Y sigue avanzando. Volví en 2015 y dentro de poco iré de nuevo», explica la patóloga, que forma parte del proyecto europeo Ponte, sobre organismos que pueden amenazar Europa, con la participación de 121 investigadores de 10 países europeos.

Fuente: elmundo.es

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