El eterno negocio de los productos contra plagas invencibles

El eterno negocio de los productos contra plagas invencibles

Con la época estival, los contagios de piojos aumentan en colegios y piscinas, para desesperación de los padres. Por más competencia farmacológica que exista para atajar estos y otros parásitos, la población sigue sin ver un resultado definitivo de los avances científicos, hasta el punto de sospechar que le están generando “una dependencia a propósito”.

El científico del CSIC Juan José Soler, experto en parasitismo -aunque aclara que no en piojos en concreto- apunta que “la dependencia se genera si se siguen los consejos de uso implícitos en las estrategias de marketing de las empresas, que en la mayoría de los casos implican comprar más”. Se extiende más al respecto cuando se le cuestiona específicamente si podría haber cierto interés de la industria en no erradicarlos del todo para seguir vendiendo productos y que las familias dependan de ellos. “Lo que está claro es que los intereses de la industria no son los mismos que los intereses de la población. Unos maximizan sus esfuerzos para aumentar sus beneficios económicos y otros, los consumidores, maximizan sus esfuerzos para mantenerse sanos. El problema radica en que la mejor estrategia para uno no es la misma que para los otros. Por ejemplo, si todos estuvieran sanos, sería la ruina para las empresas”.

Por su parte, la bióloga Rosario Melero Alcibar, experta en parasitología médica y entomóloga de la Fundación IO, dedicada al estudio de enfermedades infecciosas, desacredita la conspiranoia: “Los piojos no los suelta nadie, sobrevive una pequeña población en alguna cabeza que probablemente no tenga síntomas como el picor y, cuando las condiciones son favorables, como por ejemplo en primavera, esta población aumenta y se dispersa por otras cabezas.”

La rentabilidad de las empresas por encima de la eficacia

Algo parecido ocurre con las plagas de chinches y cucarachas. Es imposible acabar con todas, explicar Javier Paz, que trata de erradicarlas desde de su empresa Aquita. Como socio de Asociación Nacional de Control de Plagas (Anecpla), recibe una revista con novedades del sector, gracias a la cual “sabemos que hay inhibidores de crecimiento, pero no llegan a ser del todo eficaces. Y se buscan productos cada vez más efectivos y menos nocivos para el medioambiente y para los seres humanos, lo cual complica más el hallazgo de los investigadores de un producto más eficiente”.

Desde el CSIC, Soler confirma que los científicos saben que “las empresas investigan y algunas de ellas mucho y bien. Pero también sabemos que retrasan la salida a los mercados de nuevos productos hasta que el que tienen vendiendo no les es rentable. Desde mi punto de vista, el motor que mueve la investigación farmacéutica no es conseguir fármacos que curen, sino obtener unos más eficaces que los de sus competidores”.

La cuestión es que, si realmente los productos no logran erradicar estas plagas, ¿por qué siguen vendiéndolos y no esperan a investigar y comprobar otros que funcionen? Soler, como en el supuesto de los piojos, insiste en que “siguen vendiéndolos porque les es rentable. Mientras que haya gente que compre, seguirán vendiendo, independientemente de la eficacia”. Melero lo achaca a las “necesidades del mercado” y a que “los consumidores solemos querer los problemas resueltos rápida y económicamente”.

Pero los consumidores no entienden que en una misma finca a un propietario le cobren 85 euros por fumigar la casa, acudiendo dos veces, y a otros les den un presupuesto de 500 euros por vecino, igual que no se comprende que un champú antipiojos de marca blanca cueste 2,50 euros y uno de farmacia entre 8 y 25 euros, según la OCU. La doctora Melero no los considera “baratos ni accesibles para todo el mundo” y sospecha que “la diferencia se puede deber al producto en sí, su composición química, que suele ser específica del laboratorio”.

Pero entonces, ¿está realmente la ciencia haciendo todo lo posible por investigar la mejor manera de salvarnos de estas plagas, a la vista de que su exterminación es impensable? Soler apunta que el error es invertir en buscar remedios rápidos, cuando, “desde la ciencia, se debe de aspirar a ampliar el conocimiento sobre los sistemas parásito-hospedador que hace decenas de miles de años que se mantienen, poner de manifiesto patrones comunes y particularidades que permitan la aplicación de esos conocimientos a buscar remedios que limiten los efectos negativos de las infecciones o incluso permitan la erradicación de algunos parásitos y enfermedades”.

El inconveniente es que los piojos se reproducen a un ritmo infinitamente mayor que los humanos a los que parasitan. Soler explica que “son más de 200 generaciones de piojos por cada generación de humanos”, y, lamentablemente, “no es posible erradicarlos”. Es más práctico, desde su punto de vista, “asumir esa relación con los piojos tratando de mantenerlos a raya con métodos manuales”, dice en referencia al clásico método de inspeccionar y desparasitar a mano. Se podría pensar que la solución es tratar con insecticida a toda la población con dosis elevadas que aseguren la muerte de todos los piojos, pero el científico tiene malas noticias: “Seguramente, de esta forma se podrían erradicar, pero no es viable. Primero, porque no se podría obligar a la población, pero la razón quizás más importante es que estas defensas tienen efectos negativos sobre los hospedadores. Sólo si los efectos positivos sobre los hospedadores superan los negativos, esa opción será viable. Algo que no parece ser el caso con los piojos”.

Para contraatacar a esas infestaciones, la entomóloga Melero distingue entre varios tipos de tratamientos antipediculicidas: “La permetrina sigue siendo la recomendación desde la OMS; las dimeticonas asfixian y ahogan al piojo, pero parece ser que son menos eficaces en cuanto a la penetración del producto en las liendres; en la actualidad, algunos grupos de investigación están trabajando en estas cuestiones”. Y concluye: “La guerra es larga”.

Noticia:lamarea.com

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